viernes, 13 de agosto de 2010

REICIDENCIA PROPIA DEL ENGAÑO

por javier jimenez



La mañana era espléndida y desde muy temprano se empezaron a escuchar las acostumbradas bachatas que todos los domingos sonaban en el salón de belleza de la vecina del lado sur, esto produjo que la mujer se levantara más temprano que nunca, sus pasos se oían rápidos en su ajetreo mañanero, el marido aún acostado percibía sus movimientos, él desde hacía varios días tenía sus sospechas.

Todo empezó cuando ella se fue a trabajar fuera de la ciudad en una empresa privada, la poca comunicación con su marido y el rozamiento diario con nuevas personas y nuevas amistades durante todo el día y parte de la noche, fueron creando ambientes diferentes, los que dieron como resultado la pérdida del interés por estar cerca uno del otro, ya no andaban juntos, no compartían como antes, todo cambió de repente por parte de ella en su forma de actuar y tratar a su marido quien siempre la amó y la respetó en eso de la fidelidad.

En la mañana de ese domingo, aquella mujer apresurada esperaba ansiosa, fue entonces que en un momento, de repente, el teléfono rompió el silencio con el ring, ring, ring... que traía en su interior el mensaje que rompería definitivamente aquella hermosa relación, que al principio fue modelo de amor y comprensión en esa pareja que para muchos era la perfección, tanto en el barrio donde vivían como en el ambiente social en el cual ellos se movían.

Sigilosa y con pasos vacilantes, ella avanzó hacia el teléfono con la vista fija observando la puerta de entrada al cuarto donde aún dormía su marido, al llegar al teléfono esperó un nuevo sonido y sus manos temblorosas se aferraron a él lentamente y mirando de reojo se lo llevó al oído, con voz apagada contestó.

-Alouuu...

Pero el marido desde su cama estaba atento a todos sus movimientos, porque su experiencia le decía que algo andaba mal. Abrió la puerta sin hacer ruido y simulando una sonrisa agradable, atravesó la sala de la casa, pero solo pudo escuchar la última frase pronunciada por su mujer que aclaraba.

-A la una en punto...

Se hizo el desentendido y esperó disimulando no estar enterado de nada, pero él conocía de sobra de lo que era capaz y más que estaba al tanto de quienes eran todos y todas sus nuevas amistades, algunos de ellos personas que presentaban conductas fuera de lo normal y con antecedentes degradantes en lo que a moral se refiere, a parte de que la historia de su relación con ella se había iniciado estando comprometida con otro, resultando para él después de vivir juntos ser la mujer amada.

Las horas iban pasando y sus movimientos se fueron acelerando a medida que pasaba el tiempo y cuando sus pasos indicaban que en aquella tarde se iba a consumar un desbordamiento amoroso, característico de las tantas infidelidades que acontecen a diario en las sociedades de hoy producto de la liberación femenina, en un descuido del marido, la mujer desapareció de la casa sin dejar rastro, justo a la hora señalada cuando el teléfono trajo en esa misma mañana, el mensaje que puso fin a aquella relación de casi una década.

El marido decidido esperó, pensaba mil cosas, pero un razonamiento lógico le trajo luz a su cerebro, ella al regresar en la noche de su aventura, nunca pudo explicarle con claridad el motivo de aquel escape que no había ocurrido nunca entre ellos hasta ese amargado día.

Ese acontecimiento, puso a razonar profundamente a aquel hombre dotado de paciencia, llevándolo en su meditación , a recordar hasta con pena, la vida turbulenta que había llevado desde su juventud aquella mujer maltratada y fracasada en el amor, marcada desde su niñez por las malas influencias y las pocas orientaciones recibidas, limitándose él a perdonándola y conformándose al momento de partir y romper definitivamente aquella relación que pudo haber sido funesta, con recordar un sabio refrán popular que todo hombre debe analizar antes de actuar y que se encuentra dentro de la sabiduría popular, refrán que resume claramente hechos como este que casi siempre terminan en tragedia.

-"A Perro huevero, aunque le quemen la boca sigue comiendo huevos"...




Autor:
Prof. Luís Alberto Pérez Ubiera
cholo-perez@hotmail.com
San Pedro De Macorís R.D.

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