Hoy, el destino cambia cruelmente la historia: ya no la esperan con abrazos ni con los regalos que quizá traería desde Estados Unidos, sino con un ataúd. ¿Cómo se le explica a unos niños que su madre no volverá, que su voz ya no se escuchará en casa y que su ausencia será permanente?
Su partida deja un vacío imposible de llenar en su familia y una herida profunda en quienes la conocieron. Nicaragua no solo llora a una madre, también despide a una destacada doctora anestesióloga, una profesional comprometida con salvar vidas y aliviar el dolor de otros.
Su vocación, entrega y humanidad quedarán como legado imborrable entre colegas y pacientes.
La vida, frágil e impredecible, nos recuerda que estamos de paso, como una estrella fugaz que brilla intensamente y desaparece en un instante.
Hoy su luz se apaga en la tierra, pero permanece en la memoria y en el amor de quienes la amaron.
Se recuerda que fue hallada en un congelador en una plaza comercial de Miami.
Descanse en paz, Dra. Helen Garay. Su recuerdo vivirá por siempre.
Olivo informa





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